INTRODUCCIÓN
En los 200 últimos años la humanidad ha alcanzado un mayor conocimiento y una mayor integración que en sus 200.000 años precedentes. Pero es en las últimas 5 décadas que ese avance, en todos los campos, se ha tornado en explosivo cambiando nuestra visión del mundo y nuestras formas de comportamiento. Sin apenas percibirlo nos encontramos en medio de la transformación mas brusca de nuestra historia como especie y probablemente la del planeta como totalidad. La genética, la neurociencia, la inteligencia artificial, la física quántica, la robótica y la nanotecnología, para solo citar las ramas por hoy mas relevantes, conllevan la capacidad de rediseñar la vida incluyendo sus expresiones sociales y mentales. De no mediar una catástrofe global a mediados de este siglo la mayor parte de la humanidad estará permanentemente acoplada a la internet y a finales de siglo esa interconexión permitirá a la especie humana actuar, simultáneamente y en tiempo real, como un solo y único organismo. La robótica habrá invadido nuestro entorno cotidiano, la longevidad humana se habrá prolongado significativamente, la medicina estará basada fundamentalmente en la genética y en la internet, la línea divisoria entre lo real y lo virtual será circunstancialmente indistinguible y la privacidad individual será practicamente inexistente. La noosfera habrá asumido su rol de controlante y dirigente de la biosfera.
¿Como es esto posible y que es lo que lo explica? ¿A donde lleva este proceso? ¿ Puede el ser humano orientar ese desarrollo? O una pregunta aún mas básica ¿como y porque se ha dado lugar a una civilización y porque los rasgos que la definen?
Esas preguntas, antes dominio del ámbito mítico-religioso, pueden hoy encontrar una respuesta secular y satisfactoria: la civilización no es sino la continuación natural e inevitable de la evolución biológicay sus rasgos definitorios el resultado de la estructura cerebral. Sin cerebro no hay civilización. Una conformación cerebral especifica determina los rasgos específicos de una civilización. Un cerebro diferente daría lugar a una civilización también diferente.
Hoy sabemos que la estructura y funcionamiento del cosmos responde a reglas simples generadoras de sistemas complejos. Instrucciones secuenciales repetitivas, acopladas a si mismas y a otras instrucciones. La materia se autoorganiza en base a algoritmos ciegos, ajenos a toda intervención externa y exentos de toda visible intencionalidad. La gravitación, la transformación de masa en energía, la fotosíntesis y la evolución biológica, para solo citar algunos de los fenómenos básicos, responden en su escencia a reglas simples. Los organismos biológicos responden igualmente a algoritmos químicos interactuantes cuya autoorganización se hace extensible a los fenómenos sociales y, en gran medida, a la conducta individual. El infinitamente complejo acople, directo o indirecto, de esos algoritmos le otorga al mundo su imprevisibilidad. Lo insignificante puede dar lugar a resultados completamente imprevisibles.
Hoy también nos sabemos hechos de materia estelar. De los 31 elementos atómicos que forman nuestros cuerpos solo el hidrógeno fué generado en forma inmediata al origen del universo. El resto (el C, O, N, etc) de nuestras moléculas fueron producidos en una estrella, los mas de ellos en una supernova. Como productos de una evolución de la vida que se remonta a mas de 3000 millones de años en el tiempo nos sabemos emparentados con todos los otros seres vivientes del planeta. El código que gobierna nuestro funcionamiento es el mismo que el de los virus, bacterias, plantas y animales y nuestra existencia fué precedida y resulta dependiente de estos.
Las reglas simples a las que obedece el ADN, la del acople obligatorio de A con T y de C con G entre sus dos hilos paralelos y la incesante duplicación de estos, explican nuestro origen como especie. Dado que el ADN programa la producción de proteínas y los seres vivos estamos hechos de proteínas esa regla genera en el tiempo una incalculable variedad de seres vivos progresivamente complejos, o evolución. Esa evolución, con sus leyes propias de adaptación, concurrencia y selección natural, tiene a la especie humana como uno de sus productos.
Los humanos somos sin embargo excepcionales. Nos preguntamos, anhelamos, tememos, amamos, odiamos y soñamos. Podemos razonar en términos abstractos y expresarnos en un lenguaje avanzado. Consideramos la vida humana, especialmente la propia, como única e invalorable. Nos imaginarnos el futuro y nos esforzarnos por mejorar el presente. Podemos imaginarnos la muerte como tal y a nosotros mismos como muertos. Durante las decenas de miles de años hemos ido lentamente erigiendo ese producto colectivo llamado civilización. Ningun otro animal cuenta con esas cualidades.
El dar una explicación a a esa excepcionalidad fué imposible en el pasado. El eslabón de conexión entre materia e idea estaba ausente. Se tuvo entonces que apelar a innumerables explicaciones metafísicas con la idea central de un espíritu como responsable de la actividad mental. Hoy sabemos que la materia cerebral es capaz de pensar y de dar origen a las mas diversas ideas y emociones, de hacer ciencia, tecnología, arte, religión y filosofía. Es el cerebro el responsable de nuestra actividad mental y el órgano que mejor nos define.
Billones de años fueron necesarios para dar origen a la neurona y millones de años mas para organizarla hacia un cerebro capaz de procesar información de una forma avanzada. El gene creó las sinapses, esas sinapses fueron sometidas a una progresiva organización alcanzando finalmente el nivel de pensamiento reflexivo. El resultado fué un progresivo cambio del planeta y, en términos biológicos, una lenta toma de comando de la sinapse sobre el gene como instrumento evolutivo. Los 3 motores de la evolución, la concurrencia, la adaptación y la selección natural, tradicionalmente basadas en diferentes combinaciones genéticas pasan asi progresivamente a basarse en una concurrencia entre diferentes combinaciones sinápticas o, dicho de otra manera, entre diferentes formas de pensamiento. El pensamiento como dirigente de la evolución. La civilización como proceso orientado al control de lo vital.
¿Como se explica el fenómeno y que es lo que lo motiva?. Funcionalmente la explicación es sencilla, la sinapse es muchísima mas efectiva que el gene como elemento transformatorio otorgando al hombre la capacidad de optimizar su supervivencia mediante la transformación intencional del medio. Existencialmente visto una vez generado un ser capaz de una autoconciencia y de un sentido abstracto del tiempo la collisión entre gene y sinapse se hace inevitable.
Y es desde el punto de vista existencial que esa contradicción nos ha sido mas visible a lo largo de la historia.
La vida es por cierto, al menos en condiciones de normalidad, hermosa e invalorable. Pero también riesgosa y despiadada. Las adversidades ambientales, la enfermedad, el envejecimiento y los concurrentes estan siempre presentes. El motor de la biosfera, la lucha a muerte entre los diferentes competidores (o lo que es lo mismo entre diferentes combinaciones genéticas) le da al proceso una obvia inmisericordia. En los animales capaces de sentir placer, dolor, miedo y rabia, esa lucha adquiere una inevitable crueldad. La naturaleza premia los esfuerzos de todo animal con el placer asociado a las funciones del mantenimiento orgánico (comer, beber, copular, defecar, orinar y descansar) y, en los mas avanzados, con la gratificación emocional asociada a la adquisición de nuevas habilidades, a la camaradería y al rango social dentro del grupo. El dolor, el miedo y la rabia en los animales cerebrados funcionan como mecanismos efectivos de defensa de la integridad algo que en el hombre se hace aún mas visible dada la mayor intensidad y complejidad de sus emociones.