Un Rayo de Sol Entra por la Ventana

- Es que Rodrigo está en la puerta del patio y no me atrevo a bajar sola. - ¡¿Qué decís?! ¿Rodrigo? ¿Qué hace Rodrigo aquí a estas horas? - Quedamos de vernos y ahora no me puedo hechar atrás. Carmencita, por favor, vamos- le suplicó María Dololores. Carmencita no estaba muy convencida, no le gustaba nada aquella situación. Si alguien en la casa las encontraba su padre era capaz de encerrarlas hasta el fin de sus días. - ¡Vamos! No nos verán, creedme- trataba de sonar muy segura para convencerla. - Creo que estáis loca. Si nos cogen en ésto lo vamos lamentar toda la vida. ¡Y en ropa de cama! - No nos verán, vamos- y tiraba del brazo de su prima. Salieron de la habitación y se dirigieron en la oscuridad a la planta baja. Caminando con mucho cuidado de no tropezar con cualquier objeto, sigilosamente, llegaron a la puerta del patio y poco a poco la abrieron. Afuera estaba Rodrigo medio congelado y con la capa empapada. María Dolores sacó el brazo y lo haló hacia adentro. Sin decir una palabra, y con María Dolores a la cabeza, se encaminaron en fila hacia el interior del palacio y luego al salón de estudios. - Sigo pensando que no es buena idea- decía Carmencita preocupada. - Quedaros aquí afuera vigilando, por favor, prima. - Pero no os tardéis, que me muero de sueño y de frío. María Dolores complació a su prima, porque no estuvo más de media hora en el salón; complació a Rodrigo, quien luego de haber esperado en la oscuridad, aguantando frío y lluvia, quiso algo más que besitos de bebé, como decía él; y se complació a sí misma, compartiendo un momento de intimidad con su amado sin interrupciones ni ojos fisgones encima de ellos.