Confesiones de una Inmigrante Ilegal

En la clínica las tensiones acrecentaron. Sin cooperación ó ética profesional no se daba buen servicio, ni existían tampoco buenas relaciones entre los empleados. Las enfermeras se tragaban a los doctores, los doctores criticaban a las enfermeras, y Marsha y Shirley en la recepción a todo áquel que se ponía enfrente ó en contacto con ellas.

Desde que comenzó a trabajar en la clínica Shirley y Marsha no esperaron un segundo para indicarle el lugar que ocupaba en el trabajo y decirle lo que pensaban de ella.

"Solamente Marsha y yo tenemos la llave de la caja fuerte." Shirley le confesó a Alexandra enfatizando cada palabra. "La ứltima vez que le dimos la combinación de la caja a la otra Mexicana que trabajaba aquí antes que tứ, siempre faltaba dinero."

Alexandra se mordió la boca para no contestar, pero sintió su sangre arder por dentro. Solo porque necesitaba el trabajo sequía yendo, pero a Alexandra le resultaba muy díficil entender como gente sin ninguna preparación y urbanidad podía estar al cargo.

A Alexandra le resultaba muy díficil escuchar todo esto sin decir nada, disimulando no haber escuchado ó mantener indiferencia. Lo que ellas le decían a la gente eran mentiras, pero Marsha y Shirley parecían disfrutar causando sufrimiento en los necesitados y viendo la impotencia reflejada en sus ojos que sorprendidos por el rechazo, apesadumbrados se volvían a mirar al suelo sin esperanza y completamente descorazonados. En ningún otro lugar como en éste Alexandra se dio mejor cuenta de que el sistema social del modo que estaba establecido, apoyaba unicamente a los ricos y poderosos, dejando las migajas para los necesitados. Los pobres no tenían palancas, sin ellas no tenían el menor chance de salir adelante. En cuanto a Alexandra, como era Mexicana, Marsha y Shirley desde que la conocieron la trataron como ser humano de segunda clase, con inteligencial limitada para siquiera figurar y entender como archivar, como contrastar colores, ó como depositar y acomodar los lápices en su lugar. Era agobiante tener que lidiar con las intrigas y comentarios insultantes del parecito y permanecer callada. Cada vez que se volteaba, Marsha y Shirley se las arreglaban para cambiar las cosas de su lugar ponerlas en otro lado y luego acusarla de haberlo hecho, con el único fin de molestarla y demostrar ante todo mundo lo incapaz y tonta que era.