Hablo muy en serio, ¿te acuerdas cuando bailamos el sábado pasado?, me dijiste que no eras una buena bailarina, pero al tenerte en mis brazos era como sostener una pluma, ligera y grácil y más tarde, hacer el amor contigo era el colmo del placer, otro “baile”, éste sensual y maravilloso.
Katherine se ruborizó ante sus halagos y contestó:
– Porque estaba contigo, nunca me he sentido tan feliz y cómoda, estos días no he dejado de recordarlo, a ratos pienso que soy una tonta que cree ser joven de nuevo.
– Eso es porque eres joven, la edad está en la mente, el cuerpo ayuda por supuesto y el tuyo es magnífico.
– No tienes por qué halagarme, es agradable oír cumplidos, pero en tu caso la conquista ya está hecha – sonrió.
– Eso no es cierto, no te he conquistado en absoluto, es un proceso que avanza día a día y hace que los sentimientos sean más profundos y duraderos.
– Me parece que estoy chiflada por ti.
– No veo por qué, soy un tipo muy normal y no hay nada especial en mí, no puedo dar por sentado tu afecto, como he dicho antes, me lo he de ganar cada día.
– Pues hoy te lo has ganado ya con creces, te deseo querido, vayamos a la habitación a hacer el amor – dijo con voz entrecortada.
A partir de ese momento su relación se convirtió en algo continuo y estable. Se veían cada semana los miércoles y luego empezaban el viernes su fin de semana hasta el lunes.
Estando más de la mitad de su ropa en el piso de ella, se vestía de forma más informal y daban largos paseos que a menudo llegaban a Central Park. Visitaban museos y galerías, iban al teatro con frecuencia, a los dos les encantaba, y hacían la vida de una pareja normal.
Por la calle, como el primer día, ella siempre iba cogida de su brazo, seria y formal, no se besaban ni acariciaban.
– No somos unos adolescentes – dijo Katherine – pero cuando lleguemos a casa te resarciré – sonrió con picardía..
….
Llevaban juntos dos meses cuando una tarde, paseando por el parque ella dijo:
– Sentémonos Carlos por favor, quiero preguntarte algo.
Una vez sentados en uno de los bancos, Katherine le preguntó:
– Querido, ¿qué nos está pasando?
– Que estamos muy bien juntos – sonrió.
– Cierto, no puedo expresarme tan bien como tú, pero soy inmensamente feliz y no sé como llamar a este sentimiento.
– No hace falta etiquetarlo, pero si me pides que lo haga, yo le llamaría amor, estamos enamorados, eso es todo.
– ¿Tu crees? – y esta vez le cogió la mano.
– Claro que sí, el amor viene cuando menos te lo esperas y yo por lo menos no tengo duda alguna de estar enamorado de ti.
– Querido mío, yo tampoco, pero tengo miedo.
– ¿De estar enamorada? Es lo mejor que nos podía pasar.
– Pero los dos hemos estado enamorados antes, en mi caso fue un desastre, en realidad dos desastres – sonrió con amargura – y en tu caso el amor se terminó también.
– Pensar en el futuro es vano e inútil, no somos adivinos. El pasado se fue y lo que siempre es real, es el presente y el presente somos tú y yo – y la besó.
– Todo lo que dices es cierto, pero tengo miedo porque somos una pareja desigual, mi edad está ahí, persiguiéndome de forma obsesiva, cuando pienso en nosotros. – Se quedó en silencio unos instantes y añadió:
– Antes de conocerte a ti, nunca me preocupó, los años han pasado y estoy llena de ganas de vivir, trabajo con el mismo entusiasmo de siempre, cuido mi cuerpo y vigilo mi dieta. No porque sea vanidosa, sino porque sé que a medida que pasan los años una se tiene que cuidar.
– Y has hecho un trabajo magnífico, lo he podido comprobar por mi mismo muchas veces – sonrió.
– Pero sigo teniendo quince años más que tú.
– ¿Y qué?, la edad no es un impedimento cuando dos personas se quieren. Es la sociedad la que se entromete, nos hace parecer extraños a sus ojos, lo cual es injusto. Si fuera al revés, a todo el mundo le parecería normal.
– ¿Y qué dirían?
– Nuestra sociedad sigue siendo machista, si yo fuera quince años mayor que tú dirían: Forman una pareja perfecta, ella es guapísima y él, sin ser nada del otro mundo, parece un buen tipo. Cierto que es quince años mayor que ella, pero en un hombre eso no es nada anormal, le da más seguridad y tendrá más experiencia, ¡ya era hora que sentara cabeza!
Katherine se estaba riendo a su pesar.
– Espera que aún no he terminado, eso lo dirían los más simpáticos y abiertos, otros malpensados aventurarían: Probablemente ella va tras su dinero y tampoco es que sea una niña, ya casi ha cumplido los treinta.
– ¡Eres tan gracioso! Y en nuestro caso ¿que crees que dirán?
– La verdad es que me importa un bledo, posiblemente dirán que soy yo quién va tras tu dinero, que lo hombres por lo general envejecemos mejor que las mujeres y cosas así. Sólo los inteligentes darán en el clavo.
– ¿Y qué es?
– Pues que eres muy lista, que sales con un hombre más joven que tú, porque te puede satisfacer mejor que uno de tu edad. Debe pasar unas noches increíbles con él, de hecho desde que están juntos, ella parece diez años más joven, el sexo obra milagros – rió.